diumenge, de gener 21, 2007

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Cien años de expolios

Tremp - Marta Lluvich  2007-01-21

El patrimonio artístico de los pueblos como son las iglesias, pinturas, retablos, tallas o cruces si bien pertenece a la Iglesia, la gente de los pueblos se lo siente suyo porque presenta un elemento de identidad de muchas poblaciones. Seguramente por este motivo durante el siglo pasado se ha hablado y cuestionado muchas veces las malas políticas de ventas que realizó la iglesia. Pero también se conocen episodios en que los vecinos se jugaron la vida para salvar de la hoguera alguna pieza y cómo describen horrorizados la quema, destrucción o robo de alguna obra de arte.



La sociabilización del mercado del arte hace que aparezcan grupos dedicados a la comercialización fraudulenta y éste se convierta en el tercer negocio engañoso más importante, después del de las drogas y las armas.
La zona del Pirineo no ha quedado al margen de este negocio y durante años se han producido expolios de patrimonio arqueológico, histórico y artístico. Esta práctica, durante los últimos años, nos ha dejado poco más de 60 expolios documentados en esta zona. Esta cifra es muy insignificante si se tiene en cuenta la desaparición, robo o malventa de obras que ha habido en la zona del Pirineo.
El arqueólogo, Jordi Campillo, ha analizado esta práctica durante un siglo en esta zona y la ha diferenciado en cuatro etapas.
La primera etapa que describe es la que transcurre del 1900 al 1936. Campillo narra que en este periodo la Iglesia jugó un papel muy importante debido a su política de vendas. En esta etapa hubo transacciones jurídicas correctas pero moralmente cuestionables. La gente de los pueblos en ese momento ya se manifestó contraria a esta política. Un ejemplo muy claro de malvenda de obras la encontramos en la colegiata de Santa Maria de Mur, en el Pallars Jussà. En 1919 el párroco de la iglesia, Josep Farràs, vendió las pinturas románicas de Mur, sin que quedase muy clara la legalidad canónica de la acción, a un anticuario norteamericano por el precio de 7.500 pesetas. Las pinturas las arrancó un experto italiano y el traslado hasta la carretera se hizo con mulas. Un vecino de la zona alertó a la Junta de Museus de Barcelona de lo ocurrido, pero este organismo, aunque hizo bastantes gestiones, no pudo hacer nada y las pinturas fueron vendidas y trasladadas poco después al Museum of Fine Arts de Boston. Cabe señalar también que la Junta de Museus contrató a las personas extranjeras con las que se entrevistó para adquirir, trasladar y llevar al Museo a pinturas como las de Sant Climent y Santa Maria de Taüll o Santa Maria d’Àneu.
El segundo periodo que describe Campillo es el que va del 1936 al 1960. La mayoría de las piezas que desaparecen son por motivos de destrucción de edificios y otros símbolos religiosos. En este periodo se cifran las pérdidas de patrimonio artístico en un 80%. Paralelamente, se originan episodios de salvamento de diferentes piezas. Campillo cree en la hipótesis que algunas de las piezas que se piensa que se destruyeron fueron salvadas.
La Mare de Déu d’Arboló, imagen muy venerada en el Pallars Sobirà, es un claro ejemplo de pieza quemada. De esta imagen lo único que se conserva es alguna imagen de principios de siglo pasado. El Cristo de Sort o el de Durro son otros ejemplos de los más de 30 documentados en el Pirineo. También hay episodios de iglesias destruidas como la de Santa Coloma de Llarvent o gravemente destruidas como la de Sant Romà d’Abella o Sant Feliu de Sort. En otras iglesias en vez de destruirlas o quemarlas se optó por cambiarle su uso original. La de Sant Martí de Talarn se convirtió en sala de baile al igual que la de Montcortés. Sant Vicenç d’Esterri d’Àneu se reconvirtió en garaje y otras como la de Santa Maria de Senterada o Santa Coloma d’Arsèguel en cuadra. Cabe señalar en esta época el gran volumen de destrucción de mobiliario litúrgico como campanas, cálices, archivos parroquiales o cruces.
Un ejemplo de salvamento puede ser el Cristo de Ginestarre. Una pieza que data del siglo XVI, encontrada en el año 2001 detrás del retablo de la iglesia. Allí había permanecido durante décadas escondido tal vez por salvarse de la hoguera. Al ser encontrado, se conservaba en muy mal estado y se llevó a restaurar. Ahora ya restaurado vuelve a lucir en la iglesia de la localidad. Un ejemplo parecido es el de la Mare de Déu de Bernui, una talla románica que durante el periodo de la Guerra Civil fue escondida en una cueva por un vecino de la localidad para salvarla de la hoguera.
En la tercera etapa, del 1961 al 1984, es cuando aparecen grupos organizados de ladrones como Eric el Belga por la fuerte demanda europea de las piezas. Se trata del máximo representante y la cabeza visible del comercio de arte legal e ilegal durante esta época. Desde medianos de los años 60 hasta su detención en 1982, se calcula que realizó unos 60 expolios. Las obras que robó representan un 20% del total con las que comercializó.
En esta época también la experiencia de ventas anteriores hace que la gente se muestre contraria al traslado de obras a los museos de los respectivos obispados.
Uno de los episodios conocidos de robos en el Pallars Jussà, en el que se cree que intervino Eric el Belga, es el del retablo gótico Els goig de la Verge d’Abella de la Conca, que desapareció en junio de 1972. Este caso fue denunciado en el Juzgado de Tremp. Los ladrones forzaron la parte baja de la puerta y se llevaron el retablo desmontado hasta un camión que les esperaba a pie de carretera. Esta pieza fue recuperada por el FBI en el 1977 en el Waldof Astoria de Nueva York. Las autoridades policiales detuvieron a Josep Rocosa como presunto autor del delito. Rocosa fue juzgado diez años después en Tremp y dijo no saber nada del caso.
El miedo a perder las piezas llevó a la gente a actuar de determinadas maneras como proteger el arte de las parroquias y evitar su marcha a museos. Un ejemplo es la imagen románica de la Mare de Déu de Bernui, en el Pallars Sobirà, que si se encuentra en el altar de la iglesia es porque en su día los vecinos de la localidad la defendieron y protegieron de manera aferrizada para evitar su marcha en el museo del Bisbat d’Urgell, alegando que en ningún sitio estará mejor resguardada que en su lugar natural. Tras albergarse durante algún tiempo en una casa de la localidad por falta de sistemas de seguridad en la iglesia, ahora, con alarmas en la iglesia, luce la talla en su altar. Esta talla se salvó ya de la Guerra Civil porque un vecino la escondió en una cueva.
Campillo relata el último periodo, el de 1985 hasta la actualidad. En esta época hay un cambio de actitud frente al patrimonio cultural. Se redactan leyes específicas para proteger el patrimonio y aparecen censos y inventarios. Etapa en la que la sociabilización del mercado del arte hace que aparezcan grupos dedicados a la comercialización fraudulenta. En esta época, se han registrado unos sesenta episodios de expolio. La comarca más afectada ha sido el Pallars Jussà con casi unos 20, la mayoría haciendo referencia a yacimientos paleontológicos y arqueológicos. Campillo en su estudio explica que, afortunadamente, algunas actuaciones policiales han recuperado algunas de las piezas robadas como ocurrió en Pont de Claverol, Tremp o la Pobla de Segur. Cabe señalar que los objetos que más se sustraen ahora son los objetos etnológicos y antigüedades.
Uno de los casos que mayor expectación ha despertado en los últimos 10 años en las comarcas del Pirineo es el caso del robo, en 1996, del Códice del Beatus de Liébana del Museu Diocesà de la Seu d’Urgell. Lo curioso de este caso es que se robó estando abierto el museo y con violencia. Tres hombres intervinieron en el robo; dos inmovilizaron al vigilante del museo, mientras que el tercero esperaba fuera con el vehículo encendido para escapar. Primero lo escondieron cerca del Túnel del Cadí, a los pocos días lo llevaron a un agujero de una roca en Tarragona, hasta entregarlo a la persona que encargó el robo con la finalidad de comercializarlo. Este traicionó al resto del grupo y se escapó con el Códice hasta Valencia, donde escondió el libro en la consulta de un siquiatra amigo suyo.
A los cinco meses del robo, la Guardia Civil recuperaba el Códice y detuvo al cerebro del robo, Gilbert Ollier. Lamentablemente, faltaba la página 15. Valorada por algunas casas de apuestas en 780.000 euros pero otras la valoran hasta los 15 millones de euros. Gilbert Ollier continúa fugado de la prisión de Lleida, de donde se escapó aprovechando un permiso de fin de semana. Durante el verano, envió a la cárcel una postal desde Brasil.
Apuntar que el Códice del Beatus de Liébana es un manuscrito ilustrado del siglo X. Se trata de una de las mejores copias y más antigua de los comentarios del Apocalipsis del Beatus de Liébana (Santander).