“No es socialmente necesario construir tantas viviendas nuevas”
Aida Sánchez /Redacción (24/05/2007)
Luis Álvarez-Ude, arquitecto y socio de AUIA (Arquitectos Urbanistas e Ingenieros Asociados), fue uno de los pioneros en aplicar los criterios de sostenibilidad al concepto de edificación en España. Hace años que denuncia la degradación que conlleva un modelo de expansión urbanística que afirma “no va a ningún sitio y es insostenible”. Demoledoras conclusiones se desprenden de su estudio, presentado dentro del estudio del Worldwatch Institute ‘La Situación del Mundo 2007’.
¿Por qué debe preocuparnos el actual nivel de edificación en España?
Porque desde 1995 se ha triplicado el número de viviendas construidas al año en el estado español. Sólo en España se ha edificado más que en el total de Alemania, Inglaterra y Francia juntas. Desde 1990 el consumo de energía en los hogares se ha incrementado en un 54 por ciento y España prácticamente ha quedado fuera de la carrera por cumplir los objetivos de Kyoto en 2012. Estos escalofriantes datos no son más que efectos del crecimiento desordenado de un país que sigue sin estar concienciado de la necesidad de frenar la expansión urbanística. Eso puede que sea lo más preocupante, que todavía haya gente que no sea consciente de a qué nos puede abocar esta dinámica si seguimos con esta tendencia.
Cuéntenos más, ¿qué consecuencias ha tenido la expansión urbanística de los últimos años en el país?
España ha vivido en el último decenio un intenso, y parece que irrefrenable, ‘boom’ urbanístico. El litoral y las áreas metropolitanas han sido las zonas que más han sufrido esta fuerte dinámica especulativa. Desde el año 2000 se han venido ocupando cada vez más y más espacios en una proporción considerablemente superior a la del incremento de la población y la carga medioambiental que soporta el suelo comienza a ser, a todas luces, insostenible. Esta edificación desordenada que lleva sufriendo el país en los últimos diez años ha tenido y seguirá teniendo un profundo impacto en cuestiones medioambientales como la energía, el agua, los materiales o los espacios naturales. Desde los años noventa se ha producido un irreparable deterioro de espacios naturales como consecuencia del incremento de suelo alterado por el proceso urbanístico, que se ha producido a un ritmo muy superior al crecimiento de población u otras demandas razonables.
Además, usted afirma que la expansión urbanística irresponsable también tiene otro tipo de costes sociales.
Sí, muchos. Para empezar no es socialmente necesario construir tantas viviendas nuevas, actualmente sufrimos un modelo de edificación que no se sabe a dónde va. Lo peor de todo es que el exceso de edificios que se ha construido no ha solucionado la problemática de la vivienda, si no todo lo contrario. La proporción de viviendas vacías y de segundas residencias ha crecido mucho más que la de viviendas principales, esto plantea un panorama totalmente insostenible y, además, injusto. El parque edificatorio no puede seguir creciendo e incrementando desproporcionadamente a la vez el patrimonio de viviendas sin rehabilitar y sin ocupar.
“Si se frena el ritmo de edificación, se reducirá el consumo y las emisiones de CO2 también disminuirán”
Quien compra una segunda residencia, ¿ha de sentir, entonces, que de alguna manera contribuye a la insostenibilidad medioambiental en España?
En un sentido muy estricto se podría decir que sí, pero hacer una generalización así sería cometer un error. Pongamos como ejemplo a una familia residente en la zona sur del área metropolitana de Madrid y que se acondiciona la casa que poseen en su pueblo de origen como segunda residencia para las vacaciones. Es verdad que esta vivienda podría ser entendida como una carga ya que sólo se usaría unos cincuenta días al año y además conlleva una serie de gastos asociados como, por ejemplo, los electrodomésticos en standby, pero lo que de verdad supone una carga importante son sobre todo las segundas residencias de nueva construcción.
En cuanto a la carga medioambiental que soporta el suelo... Si una construcción está en un terreno no protegido, que no es un parque natural ni nada por el estilo, ¿está sufriendo también este suelo una carga?
Por supuesto. El suelo siempre sufre. Lo que está claro es que cuanto menos se construye más sostenible es una zona. En cuanto el consumo de suelo se dispara la insostenibilidad crece además por los usos y consumos asociados como la creación de zonas comerciales, de zonas de ocio, los vertidos. El nuevo modelo de ocupación afecta cada vez a un mayor volumen de suelo para un mismo uso, con lo que se tiende hacia ciudad dispersas que nos obligan a movernos en coche, moto. Éste es un modelo depredador.
¿Quién puede modificar esta tendencia?
Hay que apelar a las administraciones públicas y a la sociedad civil y denunciar que promotores y constructores no consideren la responsabilidad asociada a la sostenibilidad en la edificación como un eje estratégico que atender. Todos los agentes implicados tienen que poner de su parte, pero las administraciones, sin duda, tienen un papel protagonista, deben promover medidas de orden legislativo y técnico e invertir para compensar los excesos, mejorar la situación y llegar a cumplir las condiciones del compromiso de Kyoto.
Y a un nivel más concreto, ¿en qué tipo de medidas está pensando?
En primer lugar las administraciones deberían fijarse un plan de acción a corto, medio y largo plazo. Y entre tanto deben dotar a la sociedad de instrumentos técnicos, observatorios, herramientas de evaluación o centros de asesoramiento para que todos conozcamos, estudiemos y afrontemos esta situación. También son importantes las medidas económicas que estimulen o penalicen las buenas y malas prácticas.
Si se cumpliera el compromiso de Kyoto, ¿en qué medida cambiaría el escenario actual?
Cambiaría sustancialmente el panorama y, además, es posible cumplir los compromisos, quizá no en 2012, pero sí en 2021. El nivel de emisiones de gases de efecto invernadero en España es superior a un 52 por ciento respecto a 1990, mientras que Kyoto nos pide no superar el 15 por ciento. Si se frena el ritmo de edificación, se reducirá el consumo y las emisiones de CO2 también disminuirán. Continuar con las tendencias actuales es, sencillamente, inasumible.
¿Puede, también, la nueva Ley del suelo frenar esta situación?
Esperamos que sí. Todos confiamos en que esta nueva ley sea una avance frente a la situación actual y acote la locura en la que ‘todo vale’ respecto a las zonas protegidas, los paisajes, el entorno. Esperamos que se trabaje en la preservación.
Más información:
Sitio web del Worldwatch Institute
Sitio web del Centro de Investigación para la Paz (CIP)/FUHEM