dissabte, de maig 26, 2007

“No es socialmente necesario construir tantas viviendas nuevas”

La urbanización desordenada y la construcción irresponsable son tendencias que el arquitecto Luis Álvarez-Ude denuncia en su artículo sobre edificación en España, dentro del informe 'La Situación del Mundo' del Worldwatch Institute.

Aida Sánchez /Redacción (24/05/2007)

Luis Álvarez-Ude, arquitecto y socio de AUIA (Arquitectos Urbanistas e Ingenieros Asociados), fue uno de los pioneros en aplicar los criterios de sostenibilidad al concepto de edificación en España. Hace años que denuncia la degradación que conlleva un modelo de expansión urbanística que afirma “no va a ningún sitio y es insostenible”. Demoledoras conclusiones se desprenden de su estudio, presentado dentro del estudio del Worldwatch Institute ‘La Situación del Mundo 2007’.

¿Por qué debe preocuparnos el actual nivel de edificación en España?

Porque desde 1995 se ha triplicado el número de viviendas construidas al año en el estado español. Sólo en España se ha edificado más que en el total de Alemania, Inglaterra y Francia juntas. Desde 1990 el consumo de energía en los hogares se ha incrementado en un 54 por ciento y España prácticamente ha quedado fuera de la carrera por cumplir los objetivos de Kyoto en 2012. Estos escalofriantes datos no son más que efectos del crecimiento desordenado de un país que sigue sin estar concienciado de la necesidad de frenar la expansión urbanística. Eso puede que sea lo más preocupante, que todavía haya gente que no sea consciente de a qué nos puede abocar esta dinámica si seguimos con esta tendencia.

Cuéntenos más, ¿qué consecuencias ha tenido la expansión urbanística de los últimos años en el país?

España ha vivido en el último decenio un intenso, y parece que irrefrenable, ‘boom’ urbanístico. El litoral y las áreas metropolitanas han sido las zonas que más han sufrido esta fuerte dinámica especulativa. Desde el año 2000 se han venido ocupando cada vez más y más espacios en una proporción considerablemente superior a la del incremento de la población y la carga medioambiental que soporta el suelo comienza a ser, a todas luces, insostenible. Esta edificación desordenada que lleva sufriendo el país en los últimos diez años ha tenido y seguirá teniendo un profundo impacto en cuestiones medioambientales como la energía, el agua, los materiales o los espacios naturales. Desde los años noventa se ha producido un irreparable deterioro de espacios naturales como consecuencia del incremento de suelo alterado por el proceso urbanístico, que se ha producido a un ritmo muy superior al crecimiento de población u otras demandas razonables.

Además, usted afirma que la expansión urbanística irresponsable también tiene otro tipo de costes sociales.

Sí, muchos. Para empezar no es socialmente necesario construir tantas viviendas nuevas, actualmente sufrimos un modelo de edificación que no se sabe a dónde va. Lo peor de todo es que el exceso de edificios que se ha construido no ha solucionado la problemática de la vivienda, si no todo lo contrario. La proporción de viviendas vacías y de segundas residencias ha crecido mucho más que la de viviendas principales, esto plantea un panorama totalmente insostenible y, además, injusto. El parque edificatorio no puede seguir creciendo e incrementando desproporcionadamente a la vez el patrimonio de viviendas sin rehabilitar y sin ocupar.

“Si se frena el ritmo de edificación, se reducirá el consumo y las emisiones de CO2 también disminuirán”
Quien compra una segunda residencia, ¿ha de sentir, entonces, que de alguna manera contribuye a la insostenibilidad medioambiental en España?

En un sentido muy estricto se podría decir que sí, pero hacer una generalización así sería cometer un error. Pongamos como ejemplo a una familia residente en la zona sur del área metropolitana de Madrid y que se acondiciona la casa que poseen en su pueblo de origen como segunda residencia para las vacaciones. Es verdad que esta vivienda podría ser entendida como una carga ya que sólo se usaría unos cincuenta días al año y además conlleva una serie de gastos asociados como, por ejemplo, los electrodomésticos en standby, pero lo que de verdad supone una carga importante son sobre todo las segundas residencias de nueva construcción.

En cuanto a la carga medioambiental que soporta el suelo... Si una construcción está en un terreno no protegido, que no es un parque natural ni nada por el estilo, ¿está sufriendo también este suelo una carga?

Por supuesto. El suelo siempre sufre. Lo que está claro es que cuanto menos se construye más sostenible es una zona. En cuanto el consumo de suelo se dispara la insostenibilidad crece además por los usos y consumos asociados como la creación de zonas comerciales, de zonas de ocio, los vertidos. El nuevo modelo de ocupación afecta cada vez a un mayor volumen de suelo para un mismo uso, con lo que se tiende hacia ciudad dispersas que nos obligan a movernos en coche, moto. Éste es un modelo depredador.

¿Quién puede modificar esta tendencia?

Hay que apelar a las administraciones públicas y a la sociedad civil y denunciar que promotores y constructores no consideren la responsabilidad asociada a la sostenibilidad en la edificación como un eje estratégico que atender. Todos los agentes implicados tienen que poner de su parte, pero las administraciones, sin duda, tienen un papel protagonista, deben promover medidas de orden legislativo y técnico e invertir para compensar los excesos, mejorar la situación y llegar a cumplir las condiciones del compromiso de Kyoto.

Y a un nivel más concreto, ¿en qué tipo de medidas está pensando?

En primer lugar las administraciones deberían fijarse un plan de acción a corto, medio y largo plazo. Y entre tanto deben dotar a la sociedad de instrumentos técnicos, observatorios, herramientas de evaluación o centros de asesoramiento para que todos conozcamos, estudiemos y afrontemos esta situación. También son importantes las medidas económicas que estimulen o penalicen las buenas y malas prácticas.

Si se cumpliera el compromiso de Kyoto, ¿en qué medida cambiaría el escenario actual?

Cambiaría sustancialmente el panorama y, además, es posible cumplir los compromisos, quizá no en 2012, pero sí en 2021. El nivel de emisiones de gases de efecto invernadero en España es superior a un 52 por ciento respecto a 1990, mientras que Kyoto nos pide no superar el 15 por ciento. Si se frena el ritmo de edificación, se reducirá el consumo y las emisiones de CO2 también disminuirán. Continuar con las tendencias actuales es, sencillamente, inasumible.

¿Puede, también, la nueva Ley del suelo frenar esta situación?

Esperamos que sí. Todos confiamos en que esta nueva ley sea una avance frente a la situación actual y acote la locura en la que ‘todo vale’ respecto a las zonas protegidas, los paisajes, el entorno. Esperamos que se trabaje en la preservación.

Más información:
Sitio web del Worldwatch Institute

Sitio web del Centro de Investigación para la Paz (CIP)/FUHEM

diumenge, de maig 13, 2007

Exemple de construcció actual respectant l'antiga façana. Carrer Torres i Amat, Barcelona.





Exemple de construcció actual respectant l'antiga façana.





dimarts, de maig 08, 2007

Contra el cambio climático

http://www.elpais.com/
REPORTAJE

Contra el cambio climático

El climatólogo Philip Jones pide a los ciudadanos que exijan a los políticos medidas contra el cambio climático
O. A. - Tarragona - 08/05/2007
 


 
Más allá de tirar de la cadena con la descarga de agua mínima o de utilizar más el transporte público, hay que exigir a la clase política que incluya en sus programas de gobierno acciones contundentes para frenar el cambio climático. Este es el mensaje que ayer lanzó, en unas jornadas en Riudecanyes (Baix Camp), Philip Jones, climatólogo de la World Meteorological Organization, organismo dependiente de la ONU.

"Lo que se necesita es modificar el estilo de vida", afirma Philip Jones
Jones, director del último informe sobre el cambio climático elaborado por expertos internacionales, defendió la fuerza de la ciudadanía para reivindicar "acciones más fuertes" a unos gobiernos europeos a los que acusó de aplicar, en el mejor de los casos, políticas "débiles".
El calentamiento global es algo inevitable que únicamente puede minimizarse; está producido por la acción de la sociedad industrial y se ha acelerado desde 1975. Estas premisas dibujan, a juicio de Jones, un futuro próximo con Groenlandia y el Ártico descongelados, un aumento significativo del nivel del mar que obligará a grandes migraciones, y un sur de Europa, especialmente el Mediterráneo, con largos periodos de sequía.
Ante la evidencia del calentamiento global, Jones instó ayer a los gobernantes a actuar con celeridad para reducir las emisiones de CO2 y también a los ciudadanos a escoger, a través de sus votos, las opciones políticas que se comprometan a aplicar políticas drásticas para luchar contra el cambio climático.
El climatólogo citó el aumento de las energías renovables, en concreto de la energía eólica, y sobre todo una mayor eficiencia energética. Jones aseguró que "lo que se necesita es un cambio de estilo de vida" en el mundo occidental, menos derrochador de energía.
Este experto de prestigio internacional participó ayer en unas jornadas sobre cambio climático organizadas, en el castillo de Escornalbou, por el pequeño Ayuntamiento de Riudecanyes (Baix Camp) con la colaboración de la Diputación Provincial y de la Universidad Rovira i Virgili.
Jones explicó la evolución de las temperaturas mundiales y los problemas con los que se encuentran los científicos a la hora de estudiar periodos anteriores a 1850, cuando comenzaron las mediciones científicas actuales. Pese a todo, gracias a las muestras de corales, de hielo y del análisis de los círculos en los troncos de los árboles, la comunidad científica internacional ha concluido que desde el siglo XIX hasta nuestros días se ha producido un aumento de 0,8 grados centígrados en la temperatura mundial, en un proceso que discurre en paralelo a la industrialización. De hecho, desde 1975 hasta ahora la temperatura ha aumentado en 0,4 grados y la previsión del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC) es que en el próximo siglo el planeta se caliente entre dos y seis grados. "Aún quedan empresas como Exxon o dirigentes como George W. Bush que se niegan a hacer algo", señaló ayer Jones, quien espera que los recientes mensajes del mundo científico, constatando los riesgos de no detener el efecto invernadero, sirvan para evitar que "China e India, que tiene un potencial de emisiones enorme, vayan por el mismo mal camino". "El IPCC ha tenido un gran impacto en la ciudadanía, y creo que los políticos necesitan ver que la gente está preocupada porque se deberán enfrentar a decisiones muy duras", dijo. El sociólogo y presidente del Consejo Social de la Universidad Politécnica de Cataluña (UPC), Ramon Folch, incidió también ayer en la gravedad del asunto. Afirmó que es necesario incorporar la percepción de los problemas del cambio climático a escala social y empresarial para minimizar las circunstancias desfavorables que producen este fenómeno. Según Folch, los directivos deben "gestionar esta problemática de la misma manera que dirigen sus empresas, y hay que actuar con cautela, si bien no debemos asustarnos ante el alarmismo existente hoy respecto a esta cuestión", informa Efe. En este sentido, Folch expresó su desconfianza ante los profetas que tienen ideas precisas de qué pasará dentro de 10 años ya que, en su opinión, es muy difícil predecir cómo será la situación. El sociólogo hizo estas declaraciones en el marco de los Dinars Cambra, que patrocina la empresa CTC Business Process Outsourcing en la Cámara de Comercio de Barcelona.

Calentamiento local

http://www.elpais.com/

REPORTAJE: Elecciones 27M CAMBIO CLIMÁTICO


Calentamiento local

Los alcaldes tienen la mayoría de las competencias para luchar contra el cambio climático. Pero ésa no es su guerra
EL PAÍS - Madrid - 07/05/2007
 


 
Aunque el cambio climático se trata en lejanas reuniones en Bangkok, y a veces tiene lenguaje científico, la realidad es que su lucha se libra en gran parte en los ayuntamientos. Ellos tienen la capacidad de limitar el tráfico, promover los coches compartidos, reciclar, obtener energía de la basura, obligar a que los edificios consuman menos y usen energía renovable, diseñar ciudades en las que se puede caminar en detrimento del coche, o ahorrar en alumbrado público. Medidas fundamentales que difícilmente saldrán en campaña electoral.



El secretario general para la Prevención del Cambio Climático del Ministerio de Medio Ambiente, Arturo Gonzalo Aizpiri, explica que, aunque hay muchos buenos ejemplos de lucha contra el cambio climático en muchas ciudades, "prácticamente ninguna afronta el problema en su totalidad". "Pero lo están empezando a hacer ahora", admite.
De los 8.110 municipios españoles, sólo 140 ciudades se han adherido a la Red de Ciudades por el Clima, en la que el ministerio y la Federación de Municipios se comprometen a ahorrar energía. Y de ellas, algunas tienen un comportamiento nada ecológico -como la de Madrid, que no sólo incumple todas las normas de calidad del aire, sino que el año pasado duplicó el gasto en alumbrado navideño-, aunque casi cualquier ciudad entra en este saco. Aizpiri pide que "la campaña electoral sirva para asumir compromisos concretos en los ayuntamientos en la lucha contra el cambio climático".
España emite actualmente un 48% más gases de efecto invernadero que en 1990; eso sí, en 2006 registró por primera vez un descenso, debido en parte a la lluvia. Y mientras el consumo de las industrias se ha moderado, el transporte y el consumo doméstico siguen creciendo: justo donde su alcalde puede actuar. El calentamiento global es ya un problema local.